Otro Gramsci

Miguel Valderrama, Coloquio sobre Gramsci (Santiago, Editorial Palinodia, 2016).

Coloquio sobre Gramsci presta atención a las notas de Antonio Gramsci sobre el canto décimo del Infierno de Dante y otros textos adyacentes con el objetivo de extraer hipótesis sobre la relación entre historia y poesía. Del procedimiento y hallazgo producido por esta lectura emerge un Gramsci caracterizado más por imágenes que por conceptos. Miguel Valderrama nombra este procedimiento “especulación sin freno”. El hallazgo es una figuración de la historicidad en tensión con el historicismo absoluto. El gran logro del libro consiste en la identificación de esta tensión.

Este libro es la prolongación de un trabajo que por más de una década Valderrama ha venido desarrollando en torno a problemas en teoría de la historia y artes visuales. Valderrama es autor de media docena de libros además de coeditor de Editorial Palinodia y Papel máquina. Revista de cultura. Quien todavía lamente el cierre de la reputada y también santiaguina Revista de Crítica Cultural debe estar atento a la incesante tarea editorial de este colectivo de trabajo.

Como es caracterísitico de los textos de Valderrama, Coloquio sobre Gramsci también está marcado por problemas en torno a la traducción, recepción y lectura de la obra de Walter Benjamin en Chile, especialmente en relación al campo de reflexión sobre las artes visuales. En este punto Valderrama se incerta en una línea desarrollada por el influyente trabajo de Ronald Kay, Nelly Richard, Pablo Oyarzún, Willy Thayer y Federico Galende.

Entre las primeras publicaciones de Valderrama se encuentra un incisivo ensayo que mapea y problematiza la relación entre renovación socialista y el campo de la historiografía en Chile indeleblemente marcados por el giro democrático de las lecturas sobre Gramsci desde fines de los años setenta. Gramsci también aparece como uno de los ejes de Consignas (2014), libro en conversación y coautoría con Oscar Ariel Cabezas. “Dante”, o más bien sus usos y lecturas, es también tematizado en Heterocriptas. Fragmentos de una historia del secreto 2 (2011), donde Valderrama trabaja la obra del filósofo chileno Patricio Marchant.

Valderrama sigue con atención las secciones que Gramsci lee en Dante. No obstante, Valderrama no describe las imágenes de Dante. El libro se trata de la manera en que Gramsci extrae una “imagen de la historia” mediante una serie de imágenes literarias. Valderrama extrae de esta doble lectura una teoría de la historia y de la hegemonía como la de una dialéctica en suspenso. El poema de Dante abre la reflexión del libro a la imagen. El hallazgo de Coloquio sobre Gramsci es indicar otro concepto de historicidad revelado como imagen, como imágenes en movimiento para decirlo con precisión. Se trata de lo que Valderrama llama catarsis, acto, caída y criptas. La historicidad descubierta en la lectura de Gramsci no es progresismo lineal sino que una trayectoria apegada a un rostro. De aquí surge una imaginería sensorial entendida como una relación al cuerpo opuesta a la juzgada unidireccionalidad futurista asociada con la dialéctica histórica. Valderrama propone una noción de historicidad en que la relación al tiempo no es extendida dimensionalmente en pasado, presente y futuro sino desplegada en un cuerpo activo: los pliegues del rostro, la producción de lágrimas, la escucha ciega y el oído mudo.

Las imágenes de esta otra historicidad emergen desde el interior de los textos de Gramsci. La lectura de Valderrama suscita estas imágenes –catarsis, acto, caída y criptas– al ponerlas en movimiento. De este modo, la relación entre imagen y movimiento se vuelve central. La otra historicidad aparece como imágenes y trayectorias. Decursos históricos que se oponen al futurismo de las filosofías de la historia decimonónicas. Sin embargo, el vector histórico que apunta al futuro en línea recta no se opone a la trayectoria curva de la lágrima. Al contrario, dicha línea recta es más bien una posibilidad determinada por la imaginación contenida en la propia noción de historicidad. Es decir, la cualidad específica de la historicidad no está dada sino que activada cada vez por la indicación y levantamiento de sus condiciones. Si aceptamos esta proposición entonces la gravitación descendente de la lágrima no está libre de determinación, tal y como la supuesta rigidez del destino.

La confianza depositada en el futuro proyectado por la imaginación histórica decimonónica difiere del sentimiento capaz de generar una lágrima. Por eso, no es lo mismo la promesa y esperanza en el futuro que la imagen singular de una lágrima derramándose. En esa diferencia se aloja la intervención crucial de Coloquio sobre Gramsci: la idea del “doble duelo del presente”. Para Valderrama el “doble duelo del presente” es la tensión productiva entre interregno y catarsis. No es casualidad que el libro, breve en extensión pero intenso en generación de hipótesis, abra con la noción de catarsis y su relación con la lágrima y cierre con la noción de interregno y su relación con el “doble duelo”.

Valderrama toma en serio a Gramsci como filólogo, como alguien extremadamente atento a las variaciones del sentido de las palabras. De ahí que Coloquio sobre Gramsci sea fiel a las definiciones gramscianas en un nivel fundamental. Valderrama hace referencia a la clásica definición gramsciana de catarsis como el paso de un momento económico a uno ético-político. Pero el énfasis que quiere resaltar el libro tiene relación con la catarsis como “el movimiento de reasunción de la historia”. En la misma línea de fidelidad filológica Valderrama apunta a la conocida relación entre interregno y crisis. Es decir, interregno es aquel momento de crisis en que “lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer”. La cuña de Valderrama consiste en destacar un entendimiento del interregno como un “tiempo que solo fija la mirada en las imágenes que lo descomponen, en el tiempo circular después de la historia”. El “doble duelo”, por tanto, habita en la activación intermitente entre interregno y catarsis. Tal vez ese es el horizonte propiamente político del libro, “una temporalidad ciega a la puerta del futuro”.

El procedimiento de lectura empleado se caracteriza por un extremo enfoque y capacidad extractiva que desplaza la batería de conceptos normalmente asociados con Gramsci. Pero la naturaleza del desplazamiento no es el reemplazo de unos términos por otros. Hegemonía, intelectual orgánico y tradicional, guerra de posición y de movimientos, estado ético e integral o cultura nacional, por nombrar algunos de los términos más reconocibles, no son desechados por otras nociones. En el libro no hay, hasta cierto punto, una apelación externa al corpus de textos gramsciano como matriz de análisis. Al contrario, la habilidad extractiva del libro se basa en la postulación de otra lógica de asociación subyacente a la arquitectura misma de la conceptualización gramsciana.

En esa perspectiva el hallazgo del texto es de una fuerza sorprendente, su potencia radica en que performa de manera simultánea una propuesta y una indicación. La propuesta solamente es visible de manera hipotética, especulativa. El punto central tiene que ver con que la lectura de Dante está relacionada con la problemática de la temporalidad y el tiempo histórico como tal. Es decir, la atención de Gramsci al poema de Dante va más allá de una preocupación sobre el lugar del poeta en la conformación de la cultura nacional. Pero no es mera invención, requiere y se afirma en la indicación, en el apuntar a un pasaje y una serie conexiones no inmediatamente evidentes.

Tampoco es indiferente a la forma poética. Aquí se muestra con claridad la polémica con Benedetto Croce como contexto de las notas sobre Dante. Valderrama presta atención a las incisivas observaciones de Gramsci sobre la analogía entre estructura y poema. Esta disputa filológica en torno a la naturaleza de la “didascalia” es un punto relevante pero poco tematizado en la crítica secundaria. Sin duda la polémica general entre Croce y Gramsci tiene como trasfondo la herencia de Hegel y la dialéctica. El no tan velado blanco de Valderrama es justamente ese, la dialéctica histórica. La indicación o advertencia contenida en Coloquio sobre Gramsci apunta a otro Gramsci, en tensión con la dialéctica.

Coloquio sobre Gramsci está estrechamente vinculado con su libro inmedatamente anterior, Traiciones de Walter Benjamin (2015). La evidencia es revelada en una nota de las útlimas páginas, aunque se encuentra presente de manera atmosférica a través de todo el texto. En la nota Valderrama elabora una hipótesis sobre la posible convergencia o intersección entre Dante, Gramsci y Benjamin como “índice de otra historia, de otra historicidad”. El recurso es poco habitual en los libros de Valderrama. La nota nos entrega una clave de lectura. Si bien esta posibilidad se formula como pregunta hay una afirmación interrogativa que pareciera ir contra el ánimo de lectura propuesto en el libro. En este punto es posible afirmar que el contenido del texto está presupuesto en un criterio de lectura externo pero que pretende operar de manera extractiva.

La incorporación de Benjamin responde al amplio contexto de lectura y recepción de la obra de Benjamin en Chile desde mediados de los años ochenta. Este es parte del problema que se elabora en Traiciones de Walter Benjamin. Desde esta comprensión se refuerza la polémica con la herencia de Hegel y la dialéctica presente en la obra de Gramsci. Valderrama asocia la tensión productiva entre interregno y catarsis con la dialéctica en suspenso. Es más, la palabra suspenso es empleada para describir esa otra historicidad, una historicidad del interregno.

La palabra clave de esta “traición” –como las múltiples traiciones aludidas en el título del libro sobre Benjamin– es suspensión. Traición en al menos dos sentidos. El primer sentido es banal, tiene relación con la expectativa del lector frente a un libro con Gramsci en el título en momentos de un fuerte retorno a los problemas de la teoría de la hegemonía. El libro problematiza un nivel profundo de la obra de Gramsci, pero no lo presenta con un análisis tradicional politológico, sociológico o culturalista. En segundo término porque Valderrama invita a una lectura en retrospectiva de Coloquio sobre Gramsci que conecte esa posibilidad de otra historicidad formulada como pregunta con el segundo epígrafe del libro. Una segunda lectura que relacione esta otra historicidad con la benjaminiana “descomposición de la historia en imágenes”. Esta línea de fuerza atraviesa el libro de principio a fin. Benjamin queda incorporado al coloquio y así filtrados también una serie de problemas y suposiciones trabajados por el autor en textos anteriores.

Aquí es donde interviene la palabra suspensión. Porque la cualidad de la otra historicidad revelada desde Gramsci se encuentra en tensión con la herencia de Hegel y la dialéctica en general. Pero la cualidad específica de la tensión identificada en Coloquio sobre Gramsci es interna al propio Gramsci, ahí es posible encontrar tanto el historicismo absoluto como esa otra historicidad apuntada por Valderrama. Esto es posible debido a que Gramsci fue uno de los pensadores dialécticos heterodoxos más refinados del siglo veinte. En otras palabras, en Gramsci no hay tanto una historicidad contra dialéctica sino más bien una tensión constitutiva entre interregno y catarsis desplegada como otra historicidad.

Desde el coloquio Gramsci-Benjamin la noción de imagen tampoco esquiva la problemática en torno a la dialéctica. Se trata de otra imagen de la historicidad figurada como actividad sensible y movimiento. El ver, la escucha, el tocar y su puesta en marcha como catarsis, acto, caída y criptas. Esta relación al cuerpo activo es asociada con la cuestión de la imagen que comanda transversalmente el conjunto del libro. Coloquio sobre Gramsci es una indagación a través de estas imágenes de otra historicidad. Tal y como sostiene el famoso pasaje del convoluto N del Libro de los pasajes “imagen es la dialéctica en suspenso/reposo”. El movimiento que describe Benjamin es precisamente el de esta otra historicidad, el punto de reunión entre lo que ha sido con el ahora. Valderrama quiere mostrar una comprensión de la singularidad histórica opuesta a toda articulación, mediación, relación o restitución entre universal y particular. Se trata de una comprensión de la singularidad histórica opuesta a la dialéctica histórica como tal. De ahí que le resulte imperioso buscar aliados que de alguna forma participen de una fuga de la dialéctica. No la apelación a un afuera sino una participación en retirada de la dialéctica. La otra historicidad, entonces, es definida “contra el futuro”. Una historicidad que reniega de toda orientación histórica cristiana y moderna. Para Valderrama la clave de esta otra historicidad se encuentra en la revelación de lo que llama “consumación singular”, es decir, cómo “hacer visible lo que se ve en la escena”. Pero la dialéctica insiste, suspendida o no.